El mes de mayo es el mes de las madres y el mes de nuestra madre del cielo, María Auxiliadora. Durante este mes estamos invitados a recuperar y motivar el rezo del santo rosario como oración familiar. Orar en familia, si no el rosario, al menos un Ave María, es un buen recurso para transmitir la fe y asegurar la unidad familiar.
Sin embargo, no podemos fundamentar nuestra vida cristiana solo en rezos y devociones. La devoción y la oración son una dimensión y no toda la vida cristiana. Junto a esta es necesario no descuidar la vida de comunidad, el compromiso misionero, la práctica de la caridad, el testimonio público de la propia fe, el compromiso parroquial o comunitario.
María es modelo y maestra de discípulos. Ella acogió la palabra y la hizo carne en su vientre. Pero no se quedó ahí, gozándose su dicha de ser la Madre del Señor. Enseguida salió a practicar la caridad con su pariente Isabel, que necesitaba la ayuda de alguien que la asistiera en un parto de riesgo por su avanzada edad. Llegando allí da testimonio público, proclamando las maravillas que el Señor había hecho en ella y en su pueblo.
Contemplar y venerar a la Auxiliadora en este mes es animarnos a imitar su fe, su vida de oración, su compromiso con las necesidades de los demás, su deseo de que la Palabra de su hijo se haga vida y sea conocida por todos. Orarle como comunidad nos ayude a imitar su permanecer en la comunidad con los discípulos en la espera del Espíritu. Que como ella seamos cristianos integrados a una comunidad de vida que crece y se forma, cristianos que conocen y aman la Palabra, que celebran su fe con alegría, que anuncian la Palabra y contagian con el entusiasmo con que viven, que comparten sus dones con los necesitados.